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Is This Love – Bob Marley
6hs, 6:30hs, 6:45hs,
7hs: 7:20hs, no más de eso. El despertador varía según el día (y la ansiedad de
mis urgencias), pero suena temprano; y cuando dejo de pasarlo para dormir
literalmente 10 minutos más, lo apago y empieza el show. Baño, cambio de ropa a
una igual de cómoda que el pijama pero “más formal”, prendo a Juanita así también
se va despertando y voy a la cocina. Hago el café, prendo la hornalla del
tostador, pongo el pan y, mientras espero que todo me silbe o mi nariz me
despabile y de vuelta el pan, guardo silenciosamente la vajilla seca de la
noche anterior. Tengo ese TOC del orden que me encanta foguear. Tomo un largo
trago de agua fría en ayunas porque en algún lado leí que te ayuda a controlar
la ansiedad del morfi (claro… ESO me va a hacer flaca jajajaaj), y cuando el
café está listo, va a la taza, tostada al plato y el modesto desayuno se dirige
al comedor. Me siento en el banquito donde nadie se sienta a no ser que seamos
seis en la mesa. Es mi banquito desayunador, con vista privilegiada a nuestro
hermoso y súper verde balcón. Mr. P lo mantiene vivo, desbichado, súper cuidado
y bien amado. Es la calma antes del clavado de cabeza…
La botella de agua
fría me acompaña al estudio y ahí empieza oficialmente el día. Primero Alma,
después los mails de mi cuenta personal, después La MiniPymer, Boulevard, Don Toto, CMD, los extras
que siempre me encuentran y me tienen bastante atareada. Y los mails. Mi
némesis, los mails. Las fotos, la selección, la edición, la carga en Dropbox de
todo aquel material que sea Instagrameable, sus textos de las semanas, los
textos de todo, la palabra que comunica, informa, conecta, hace. Y más, para
generalizar, porque ya no quiero enumerar más. Y todo, desde hace cuatro años,
en un mismo lugar. En mi estudio.
No será el más
lindo, ni el más moderno, el más hip, el más Pinterestable. Pero lo amo, y es
mío. Me inspira, me ayuda a trabajar hasta cualquier hora, me deja ser y me
deja cambiar (de objetos) cuantas veces quiera y lo necesite. Tiene la luz más hermosa
del mundo.
Eso no puede fallar si vivís en un sexto piso que mira al oeste, sin
edificios altos por tres o cuatro cuadras. Cantan los pajaritos y también se
escuchan autos (más en hora pico), como para no olvidarme que vivo en Capital,
cosa que amo. Amo vivir en la ciudad. Y amo mi estudio. Mucho.
Pero es hora de
dejarlo.
Hace años vengo
diciendo que estoy sobrepasada de laburo, que trabajo de alba a crepúsculo (y
no soy un vampiro Cullen, de esos que no duermen jamás, y bien podrían laburar
24hs). Soy una mina de 35 años un poco cansada de no ganar la pulseada, y estoy
a punto de cambiar el juego.
Mis viejos y mi
hermano mudaron su oficina a 12 cuadras de casa. El lugar es INCREÍBLE,
hermoso, con ventanales de fondo que prometen luz de tarde y una cortina
natural espectacular gracias a un enorme árbol de un buen vecino. Además lo
engancharon de obra, así que con el mejor arquitecto del mundo (mi primito Ale
Guillochon), configuraron una oficina divina, de cerramientos de vidrio para
compartir la luz con todos, desde el gran ventanal hasta el último despacho. El
último es el mío. Mío, ¿entendés? Hay tres paredes de vidrio y una de cemento que
me pertenecen. Hay un escritorio, una cajonera y una silla de verdad, ¡una
silla de verdad, de esas que son para trabajar! Mi cuerpo no se sienta en una
de esas sillas desde Perfil, ¡en 2010! Mi cuerpo no lo va a poder creer. Y yo
tampoco lo estoy creyendo del todo….
Mañana me mudo. Mudo
lo que puedo obvio, porque necesito una estantería que todavía no mandé a hacer
/ no conseguí porque bueno, el que se va a Dublín y quema todos sus cartuchos
medio que no tiene mucho resto; pero tampoco me preocupa. Será una ocupación
amable, respetuosa. Será un “bancá, primero conozcámonos un poco más”. Será
como volver a aprender a caminar. O algo así. Desayunar y vestirme de verdad,
para ir a trabajar a otro lugar. Para ir tomándolo de a poco: un cuadro por
acá, tres postales por allá, algunas fotos de amores, unos cuantos objetos de
diseño que se viene conmigo para actuar de musas como lo hacen acá. La deco de
a poco, el cambio de una. Es hora. Tengo que darle un marco a mi laburo, QUIERO
DARLE UN HORARIO SANO, deseo con todo mi ser separar los tantos, y de alguna
forma cortar a las 18hs/19hs, volver a mi casa para estar con Mr. P, cocinar
sin correr, cenar y charlar, echarme a ver tele otra vez, hablar por teléfono
con alguna amiga, ¡y leer! Vivir sin un teclado de por medio.
Gracias querido
estudio por haberme acompañado todos estos años. Gracias totales e infinitas
amor por haberme bancado la necesidad de laburar en casa, y dejarme tomar un
cuarto entero para mí (mis cosas, mis locuras, ¡especialmente mis locuras y
contracturas!), gracias por ser lo mejor que hay, que cuida de mí como nadie,
ni yo, por quererme bien. Y gracias totales e infinitas Pa, Ma y Andy por darme
esta oportunidad ENORME, inmensa, llena de amor y generosidad tan
desinteresada, tan cariñosa, repito hasta el infinito: ¡tanto amor! Hay tanto
amor acá que me colma por una vida. Estoy re copada con empezar a compartir
días con ustedes, con Dani, Sol y Néstor. Son todos muy lo más de lo más.
Gracias por ayudarme a cambiar de aire y plantear otro escenario, cambiar el
juego. Vamos a ver cómo sale…