Siempre digo que el
verano es mi estación favorita porque desde que tengo recuerdos lo asocio con
escenas como éstas: pies descalzos sobre el pasto calentito, olor a un
protector solar que ya no existe pero era RE el perfume del verano, tiradas de
bomba a la pileta con forma de riñón de los Martino, toallas de playa secándose
sobre la baranda, bombuchas en baldes (cuando no estaban en las espaldas de
toda la banda), corridas y escondidas, juegos improvisados, enchastres de
barro, paseos en bicis flojas de cadenas (¡así la aprendí a poner!), y risas.
Muchísimas risas. Imposible que no te guste un verano así.
Esta foto no
es de verano pero es el lugar, y son mis amigos, dos de una banda más grande,
una banda que quiero como a hermanos.
Y en todo este marco
de verano, mi momento favorito era la hora de la merienda. Obvio.
#retrocedernuncadietajamas desde chiquita. Me acuerdo el olor a las tostadas,
los frascos de varias mermeladas manchadas con queso crema, el pote de dulce de
leche familiar, las galletitas de chocolates y, si teníamos muuucha suerte,
algún budín. Y en el centro, ella, la reina: la jarra de vidrio Tang, ¡sí, la
jarra Tang! Vamos hijos de los 80s, ustedes tienen que acordarse de esa jarra de Tang de vidrio con textura y tapa naranja. Era lo más. Tengo el recuerdo de
Adri, la mamá de Marina y Gaby revolviendo el jugo y sirviéndolo a vasos
apurados muertos de sed después de tantas corridas. Bueno, ESA es mi infancia.
Ahí mismo la puedo freezar y puedo decir que fue feliz. Fue feliz por mis
amigos, por nuestros santos padres con su santa paciencia, por las meriendas,
las risas y los momentos compartidos. Esa es mi definición de infancia feliz.
Si bien tengo a mi
niña interna bien alimentada (y refrescada), ahora la posta de la infancia
feliz la tienen los hijos de mis primos, mis hermosísimos sobrinos que amo con
el alma y con quienes juego como si tuviera su edad. Y como las infancias no
cambian, por más Tablet que pongan en sus manos, ellos también corren, juegan
con barro, se tiran de bomba, hacen carreras de bici y se trepan a los árboles.
Y aman la merienda.
Este reciente Día de
la Madre fui a tomar un desayuno con mi prima Pato y mi ahijado Peponi.
Imagínense el plan: LO MÁS para nosotras tres, re divertido, re rico… pero el
pendex ya tiene nueve años y cuesta arrancarlo de la cama a las 10hs para
llegar a desayunar todo pipi cucú a las 11. Así que lo motivé con un par de
audios vía WhatsApp y le prometí una sorpresa que sabía le iba a gustar.
Acá es cuando vuelve
a entrar Tang en escena. Tengo un nuevo enamoramiento y se llama Tang Fresh. Ay
mamita querida, ¡cuando probé el de frutilla en una reunión de La MiniPymer me hice devota de por vida! Me
pareció riquísimo, muy refrescante, dulce en su punto justo y muy satisfactorio
(¡mi mamá no me deja decir que quedé llena!). ¿Y la mejor? ¡Tiene espumitaaaa! ¡Y
tiene otros tres sabores para elegir (naranja, durazno y limonada)!
Bueno, retomemos la
historia. Nos encontramos los tres en De Simone para el desayuno y Peponi llegó
con la cara de dormido que me esperaba, culminada por su sonrisa que me puede
tanto. Este chico es un amor, ¡aun dormido! ¡Me lo morfo a besos! Y eso hice :D
Nos sentamos en una
linda mesa, y cuando vino la camarera con la carta yo saqué mi sorpresa: una
jarra de vidrio, una cuchara de madera (¡posta! ¡las llevé a las dos de casa!),
y un sobrecito de Tang Fresh de durazno porque sé que a Peponi le gusta mucho
ese sabor.
Abrió esos ojos
curiosos que tiene y me preguntó qué onda, nunca había probado ese sabor antes.
¡Perfecto! Iba a poder ver su expresión ao vivo. Tenía todas mis fichas en que
le iba a gustar. Con mi jarra, sobrecito y la caradurez que me caracteriza
cuando entro en confianza con lugares muy copados que ya he posteado, le pedí a
la camarera dos botellas de agua sin gas y permiso para hacer ese experimento. Peponi
hizo la magia…
Tranquilo
Titán, ¡vamos a servirte en vaso!
El momento de la
verdad llegó tan pronto revolvió el último remolino. Le serví un generoso vaso de
jugo y Pepe se lo bajó hasta la mitad de un tirón.
Sonrisa mediante,
tiró un “qué rico” casi a los gritos. ¡Prueba superada! ¡Sabía que le iba a
copar!
Mi prima Pato
también quiso hacer la prueba de la frescura…
¡Jajaa
cómo la quiero!
En fin. A un varón
de nueve años no le pude sacar más de un “qué rico”, pero lo dijo varias veces,
en los varios vasos colmados que se tomó. Para que se den una idea, debería
haber llevado dos o más saquitos de Tang Fresh, y yo me terminé pidiendo un
agua aparte para no cortarle la canilla libre al niño.
El domingo siguió su
curso. Comimos rico, luego nos
despedimos y cada uno se fue a seguir festejando el Día de la Madre con sus
respectivas madres / abuelas. Mientras volvía a casa a buscar a Mr. P para ir a
lo de mis viejos me encontró una pregunta… en 20 años, ¿Peponi se acordará de
este momento compartido con su madrina loca que lleva una jarra y un Tang Fresh
a un café para que se tome una bebida que le gusta?
Espero que
sí :D
Tang
Fotos por Vero
Mariani.