Alma Singer I | En caravana con acuarelas

PLAY | Caravan Girl - Goldfrapp

Me encanta escuchar historias de amor. No pasa solamente por esa fibra cursi que recorre todo mi suculento cuerpo, pasa sobre todo porque es un ejemplo más que el amor siempre triunfa (ok, sí, cursi), que saca lo mejor de uno, y que si hay dos tipos de fuerzas obrando en este mundo, el amor tiene el efecto más duradero, bondadoso y positivamente contagioso. Esta es la historia de un amor de color, de trazo, de delicadeza, creatividad y superación. Es la historia de Seel y las acuarelas…

A las acuarelas les tengo miedo.

Les tengo miedo porque siempre existe la posibilidad de que los gatos me vuelquen el vaso con agua encima. O que me pisen el dibujo, o que yo tiemble y le meta un pincelazo errado.

Les tengo miedo porque no hay control Z.

Me copan porque uno las puede leer. Porque tienen transparencia y son delicadas. Porque cuando pintás las sombras, el dibujo cobra volumen y sorprende.

Tienen magia. Tienen tiempos.

Me gustan porque cuando pinto me voy con la mente. Pero me voy posta. No puedo escuchar música. No hablo. No tomo mate. A veces té. Y me ha pasado de limpiar un color del pincel dentro del té :3

O sea que me alimento de acuarelas. Bueno capaz me fui de mambo. No soy buena escribiendo.

Me gustan las acuarelas porque me sacan colores poco predecibles. No soy una persona amante del pastel y con ellas me permito ser delicada. Ponnnele.

O sea que si tengo que buscar una keyword sería delicada.

El día que sacudís tus miedos, te despojás de todo prejuicio y simplemente te ponés a HACER, tiene que ser un muy buen día, ¿no? ¿Seel, usted qué nos cuenta?

Cómo empecé con las acuarelas:

Por envidia. No sana.

Veía siempre dibujos realizados con esta técnica y me daban odio envidia ganas de intentar miedo de fracasar y blabla. Una pavada. Me compré lápices acuarelables y no me gustó como trabajaban. Pero obvio que pensaba que el problema era yo. Me compré unas acuarelas berreta (marca Alba) (hola Alba, ¡auspiciame!) y los dibujos se parecían más a lo que tenía en mi mente antes de hacerlos. Después me contaron que gran parte del éxito acuarélico (?) dependía de tener unas de buena marca. Y muy panchamente me compré unas en París. A tres cuadritas de la Place du Tertre. Tranqui.

A partir de ahí no paré de comprar. Y de manguear. Si alguien del exterior me pedía un favor o me encargaba un trabajo, en vez de plata pedía acuarelas. O papeles. También soy fan de los papeles. Tengo unos que son cualquieras y unos re chetos que aún tienen el nylon que los envuelve. Y así estarán por bastante tiempo.

Y Seel también apuesta a ir siempre un paso más allá. Esto nos lleva a su increíble (y nueva) apertura que le regala a Alma Singer. 

La veo y me transporto: un viaje de verano con las ventanillas bajas y el sol de atardecer. Música de los 70s de fondo, miradas puestas en la ruta, pies descalzos y la promesa de un destino bajo el cielo abierto, con árboles frutales que juegan a ser un bosque y un amable río para limpiar las penas. ¿Será éste el mismo lugar donde habrá estado Seel al crearla?

El dibu que antecede este relato (buenaaaaa la aventura del hombreeeee) lo hice para un concurso. Me meto en los concursos para correr mis límites. Y realmente me satisfizo.

Seel se pregunta si a esta linda blogaudiencia le habrá gustado esta apertura (y también confiesa entre risas que le encanta decir blogaudiencia). Yo creo que cualquiera que esté dispuesto a subirse a esta caravana de belleza, sensibilidad, delicadeza de trazos, colores para adoptar e historias para llevarse en el bolsillo, va a gustar de tu apertura Seel, y de cada obra que ilustre en sus viajes sensoriales…

¡Muchas gracias Seel por volver a ponerle color a Alma Singer! :)

Seel Baylac

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Todas las ilustraciones de este post son de sí, Seel :)