Amasar y ser feliz

PLAY | Rocky Raccoon - The Beatles

Imaginate esto: tenés un día larrrrrgo. Cansador extenuado y agotador. Lo arrancaste más temprano que un chico de primario y para las cinco de la tarde no sentís más nada de la cintura para abajo. Por lo general, a ese día que estás teniendo, le propondría un antídoto organizado bajo este paso a paso: andate a casa, descalzate, ponete ropa cómoda, tirate de palomita en el sillón, prendé la tele y quedate en estado vegetativo hasta el otro día. Pero este antídoto caducó al instante de haber conocido la alternativa, una Clase de Brunch por Cusi en Cusic.  

Retomamos. Seis y media de la tarde, luego de un largo largo largo día, Vicky, Barbie y yo tiramos de la gran cuchara de madera que hace de timbre en Cusic, una casona de Palermo vestida de restó con onda y cocina casera tan espectacular que te hace firmar un “volveré” hasta el fin de tus días. Nos abrió Cusi, su dueña y anfitriona, que enseguida nos sirvió limonada fresca y el recetario de delicias que íbamos a hacer nosotras mismas esa tarde/noche. Esperamos que se armara el grupo bajo las ramas de un sauce llorón, hablando de todo y de nada. El alma poco a poco me estaba volviendo al cuerpo.

Cuando los 12 asistentes dimos el presente y nos pusimos los delantales, Cusi nos invitó a pasar a la cocina para empezar. Ahí nos propuso armar grupos de tres y que cada uno tomara las riendas de algún plato de brunch. El menú, que hicimos entre todos, estaba compuesto por diferentes tipos de huevos (huevos revueltos, huevo poche, huevo a la plancha, huevo en cocotte) con combinaciones para prepararlos, pancakes, waffles, scons, muffins, croissant, french toasts, bagels, cinanmon rolls y granola. Una fiesta de harinas, huevo y un kilo de MANTECA, ¿qué no te puede gustar de todo esto? Delantales ajustados, los Beatles de fondo y manos a la masa…

Vicky, Barbie y yo nos encargamos de los scons, muffins y las tostadas francesas. Para empezar me tocó servir la harina en un bowl para pesarla. Ese momento fue el momento en que dejé ir todo. Todo. El cansancio del día, el celular sonando en el salón de Cusic, las obligaciones, los cierres, la falta de tiempo, TODO. Una sensación de felicidad me inundó el cuerpo en cuestión de segundos. Harinas, manteca, combinaciones, Beatles, amigas, cocinar, cocinar, cocinar y cocinar. Y buena onda grupal. Increíble. Una gran vibra de comunidad cocinera pendía del aire, en una noche amable de fin de verano. ¿Por qué nadie dijo antes que esta es la terapia para todos los males?   

Y así pasaron más de dos horas de recetas, secretos y trucos compartidos, de explicaciones claras sin adornos ni encanutaciones, de ingredientes que a fuerza de dedicación y amor se convirtieron en deliciosos integrantes de brunch, que luego compartimos todos en una gran cena comunal. Todo lindo, todo suave, todo calmo, todo gratificante (y todo súper calórico, ok), todo simplemente feliz. Y sólo tomó soltar las riendas y calzarse el delantal…   

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Clases de Cocina en Cusic:

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