Alma Singer I | Viajamos a conocer a Carlos

PLAY | Itsi bitsi petit bikini – Richard Anthony

El viernes es el día ideal para postear sobre una escapada a Carlos Keen que hicimos con los chicos el 1ero de abril por el cumple de Pupeto. Es un muy buen plan diurno, no queda a más de hora y media del norte de Capital, y el pueblito es súper pintoresco. Ahora sí, vayan con una advertencia: lleguen temprano y asegúrense una mesa en un buen lugar. Musiquita de flashback…

Dos autos llenos de morsas dormilonas salieron de Belgrano bien plantado el mediodía. Tomaron General Paz, luego Acceso Oeste y de ahí derechito (pero no tranquilo: había mucha gente con la misma idea) hasta la bajada de Carlos Keen, en el km 72. Luego hicimos 10km más en un camino bien señalizado y pintoresco, como el destino que nos estaba esperando…

Carlos Keen soleado, lleno de gente y con su mayor propuesta sobrecargada: no había mesas en ningún lado. Claro, estos porteñitos cayeron más cerca de la hora del postre que de la empanada de appetizer y se pensaron que iban a tener una mesa redonda para siete, ¡JUA!

Lo tomamos con calma, caminamos un poco y otro poco en auto, pensando que Carlos Keen iba a ser como San Antonio de Areco, grande. Lo cierto es que, al menos el circuito turístico, se desarrolla en una enorme cuadra. Digo cuadra porque así es más fácil de entender, pero habrán sido tres cuadras de largo y dos de ancho, no se, bato una idea estimada. Es como correr el campo de deportes entero. Un lindo campo de deportes lleno de restaurantes a los que no pudimos entrar. Menos a uno.

La muerte. Nunca publico en Alma lo que no me gusta, simplemente lo dejo pasar, pero hoy siento la obligación moral de evitar que alguien más caiga en un lugar que fue un DESASTRE por donde lo mires. Hasta nos patoteó una camarera JUAAAAAAAAAAAA. En fin, la la la. Sólo recomiendo que no entren a un lugar que tenga en su nombre las palabras “Posada” y “Fuego”, porque va  ser mejor que vayan al Mc Donald’s de Luján.

Esta mesa junto a la puerta nos estaba dando señales de advertencia (no las quisimos ver)

Dicho esto, reitero: madruguen y lleguen con tiempo a Carlos Keen. El pueblito es precioso, las parrillas tenían una pinta de Olimpo carnívoro y el clima es relajado, muy amable. Hasta consideren la idea de llevarse mantel de picnic y comida casera. En ese predio que rodean las calles hay una playa de estacionamiento y también algo de parque, así que pueden aprovechar para hacer un corte y una quebrada, ¡cua!

En fin, nuestro paseo terminó con una rápida recorrida a la feria y muchas carcajadas. Dimos por cerrada nuestra aventura y volvimos a casa con la idea de comer algo dulce que sacara lo amargo de la experiencia del almuerzo. Así fue como llegamos, oh milagro Lu El Bolsón, a Jauja… ¿Quién quiere un cuarto de helado artesanal del sur? ¡Esa! Vamos por acá…