Lindo caballito...

(Me acabo de enterar que se murió Lydia Lamaison, ¡qué tristeza! Bueno, el post de hoy no podría ser más atinado. ¡Chapeau Lydia!).

Coronar un fin de semana larguísimo con una noche de cine es un tiro en el blanco, así que ayer salimos de casa (y de la maratón de morseada) con Mr. P y nos encontramos con Andy y Vicky para ver “Caballo de Guerra” (War Horse) en el cine del barrio, Multiplex Belgrano. Si le decís cine de barrio, estás ampliando la vista hasta hacerla muy, pero muy gorda, al punto que te olvidás que las butacas no son cómodas y que podés sentir la respiración de los espectadores sentados a cada lado tuyo. Al fin y al cabo, es el cine de tu barrio, de tu infancia y de tus primeras salidas sólo con amigos cuando ya eras “grande”…

En fin. Caballo de Guerra. Steven Spielberg. El maestro de la emoción ATP, el conde de las películas de guerra, el patriarca de la nobleza y la bondad en el cine, el eterno niño que te demuestra las grandes cosas detrás de cada acto, cada decisión. Lloré como una hija de p*** (y eso que las películas de tiros que no sean Star Wars me torran ampliamente). Y quiero un caballo.

La historia recorre lugares comunes y sorpresivos escondites, de donde a veces salen sonrisas y otras veces lágrimas. Yo no vi el tráiler así que fui a oscuras, y me gustó descubrir por dónde iba la cosa a medida que la película avanzaba sus cuadros. Por eso la corto acá, no cuento más. Si alguien no la vio y está con ganas de ver un canto a la amistad y a la bondad (sueno a locutor de Telefé jajajajajajajajaajaj), diríjase a su cine de barrio (o no). ¡Ah! Tip de descuento: en el Farmacity cerca de mi casa había un pilón de descuentos 2X1 para el Multiplex Belgrano. Si no tienen la tarjeta 365 de Clarín (que da el descuento ahí), prueben en su emporio de belleza, góndolas y felicidad amigo.

Después del cine… ¿comemos unas pizzas en el Kentucky de Juramento? ¡Claro que sí!