Son lo más

Que ya los había visto dos veces y que sus últimos tres discos me parecieron una reverenda m***, parodias de sí mismos y no hay nada más triste que eso. Qué vamos todos, dale, cadena de mails, ¿quién tiene Banco Francés, quién compra las entradas? Qué yo pero débito y ESTA que voy a un Ticketek a comerme el garrón. Que pin que pan, Barbie compró dos para el 30, Mané otras dos para el domingo. ¿Qué? ¿Y alguien más? ¿Y Pupeto? ¿Y Candela? Por primera vez en mi vida, ir a un concierto me resultaba un coñazo.

Qué cómo vamos a ir a La Plata, cómo nos vamos a comer el garrón del éxodo por la autopista. Qué revendamos las entradas. Qué no, ya fue, vamos en Luke. Y llega el día: llega el día en que pude visualizar cómo sería una autopista si fuera el fin del mundo y tuviéramos que huir de la ciudad para no caer esclavos de una civilización de cinco ojos que babee con todo su cuerpo. Un día para que maneje Barbie, yo me descalce y me acueste en el asiento del acompañante como si tuviera 10 años. Un día para tratar de revivir a un CD grabado en el 2004, más muerto que yo y que la carrera de alguna de las mujeres cantantes integrantes del disco. Un día para mirar a los autos de al lado, también conduciéndose en primera, para contar cuántos de sacaban los mocos o cuánto le estaba sangrando el taxi a un flaco que decidió ir así a La Plata (¿$180 a mitad de camino te parece mucho? ¿Habrá pagado la vuelta?). Un día para olvidarse de todo, comer galletitas de Cusic haciendo miguitas en el auto recién lavado, disfrutar la compañía amiga y tratar de bordear la columna del gran dinosaurio de asfalto a la mayor velocidad posible. Un día para dejar el auto en un potrero propiedad de rubios con chatas (gente sumamente millonaria después de cobrar 60 mangos por auto), para caminar no se cuántas cuadras llena de polvo y con zapatos nuevos, para llegar al Estadio Único, visión de un primer mundo al que ¿rogamos llegar?. Llegó el día menos esperado del año.

Y sin embargo, cuando el reloj se desmoronó en pantalla y dos temas (uno milenario y el otro no tanto…) abrieron el telón mental que las 1801820320 almas presentes querían levantar, todos los qué se convirtieron en piel de gallina y lágrimas. Es instantáneo: U2 sale a la cancha y yo vuelvo a épocas tan felices que hacen desaparecer en un microsegundo un Vía Crucis y diez pucheros. De alguna forma, había vuelto a casa.

(Mariani cómo te hiciste la canchera… Bue, sepan entender. U2 es volver a casa)