Live from Nuñez's Road

Hoy se me ocurrió experimentar y hacer una tarta de choclo. Mi primera tarta de choclo. Ever. Recordé los tips de Barbie, un poco de sentido común y la preparé contenta. A la par hice arroz integral porque el hambre no me iba a dejar esperar el resultado de la tan deseada tarta. Almorcé mirando el episodio “Evolution” de la segunda temporada de Sex and the City.

Cuando terminó y Carrie evolucionó su relación un poquito más con Big, me fui a lavar los platos (a.k.a. salpicar como una condenada, todavía no domino el caudal de la canilla nueva). Carrie seguía de fondo con su “I couldn’t help but wonder…”. Mis oídos dejaron de escuchar y mis manos mojadas llenas de espuma de trabajar al segundo que escuché el timbre del portero eléctrico. Creo que rompí un vaso de los viejos. No me importa. Telecentro estaba en la puerta.

Dejé todo como pude (eso sí Greenpeace, cerré la canilla) y bajé a abrirle al chico como quien va a buscar un billete de lotería ganador. Detrás de su “buen día” el chico preguntó, “¿está abierta la puerta de la terraza?”. CHAN. Subimos a casa, dejamos sus cosas, y subimos al piso 14 en un ascensor tan lento que me dio tiempo a rezar cuatro Padre Nuestros. Tendrían que haber sido cinco, porque la puerta estaba cerrada. CHAN.

El encargado no estaba en su casa (o por lo menos no oía su portero eléctrico), mis vecinos de al lado no tenían llave y yo tenía ganas de llorar. Creo que lloré un poquito cuando le expliqué que no tenía forma de entrar. “¿Pueden venir hoy más tarde?”. Claro que la respuesta fue un NO con mirada de pena y un silencio. “Tocale el timbre a tus vecinos de este piso, deben tener llaves…”. Mi sentido común le agradeció la sugerencia y GRACIAS AL CIELO la señora del 14 tenía la llave. TENÍA LLAVE. Y me la prestó. ¡Oh gran salvadora de una pobre esclava del siglo XXI!

Alberto (ya a esta altura éramos Alberto y Vero), desenrolló su tirano cable por toda la terraza, lo tiró hasta llegar a mi piso, lo ató a lo largo de toda la periferia de la terraza y me conectó al mundo. Bajamos, terminó su operación mientras yo le preparé dos empanadas improvisadas de arroz integral recién saliditas del horno y enchufamos todo. A ver… hay teléfono… hay tele… y… y… y… ¡¡¡¡HAY INTERNET!!!! ¡Alabado sea el Señor, la señora del 14 y Alberto!

¿Tengo que chequear mails de laburo y resolverlos? Sí, claro. ¿Tengo que sacar la tarta del horno antes que pasé a ser africana? Sí, pero más que obvio. ¿Tengo que colgar los últimos cuadritos que quedan en casa? Pues por supuesto, sin cuadros no hay alma. ¿Quiero dormir una siesta victoriosa? Eso se da por descontado. ¿Qué es lo único que hice? Escribir este post, feliz de poder darle al PUBLICAR ENTRADA en casa. Ahora sí estoy mudada. Gracias Dios por aguantarte la tormenta, gracias señora del 14 por prestarme las llaves de la terraza y gracias Alberto por instalarme el servicio… la la la la, la vida es hermosa, ¡celebremos las pequeñas victorias!