Alma Singer I | Blanca y radiante la bajada de cambios

La semana pasada puede haber sido una de las más intensas que me tocó vivir en el año. Intensa heavy metal con un Kiss sobrevolando el escenario y escupiendo “sangre”. Al que le gusta Kiss no le molestaría tener una semana así y, aunque no me guste particularmente la banda payasa, es música y está todo bien. ¿Traducción? Por más heavy metal que haya sido, prefiero eso a la nada misma.

Esta intro viene a contrastar el fin de mi semana. El viernes a las 18, cuando se largó el segundo diluvio universal, estaba sentada en un micro viendo como el agua delineaba ríos en sus enormes ventanales. Ese fue el desenchufe oficial de mi descontrol y creo que ahí mi párpado terminó de temblar, al menos por unos días. En los asientos de al lado estaban Pato, mi prima, y Peponi, mi ahijado y rey del planeta. Hay equipo, hay esquí y hay descanso prometido en Las Leñas.

Y así fue. El trío los panchos llegó descansado gracias al arroró del Flecha Bus, ávido de dejar los bolsos y salir a esquiar. Bue, a Peponi le costó un toque pero no hay nada que mamá no pueda resolver. Mientras hacíamos los check in necesarios, la montaña ya no tan blanca pero siempre serena, esperaba a que termináramos para darnos la bienvenida.

A ver. Yo soy Rudy. Corro dos cuadras y me ahogo. En hockey clasifiqué para la primera de mi colegio porque compensé con esfuerzo todo lo que me faltaba de talento. Tuve que jugar al tenis porque me mandaban (y apestaba, seguro). Por eso siempre me dio orgullo decir que yo me pongo los esquís, en agua o nieve, y me defiendo.

El primer día no me mato y aplico todo lo aprendido como si no hubieran pasado 7 años desde mi última vez. Al segundo día Pato considera que ya estoy para hacer “el caminito” de Marte (¡HIJA DE TU MADRE, PODRÍAS HABERTE QUEDADO SIN MADRINA!) y para bajar con nevada y vientos huracanados desde Vulcano. Bajo, como puedo, pero bajo y no me mato. Al tercer día, lamentablemente el último, ya adquirí huevos al por mayor y gracia deportiva. Ya no soy más una cuasi cuña galopante, sino una fina dama deslizándose con soltura por la ladera. Con gorrito con pompón y guantes de lana multicolor.

En tres días el trío los panchos desenchufó, durmió, comió, vio pelis, y disfrutó su suerte cinco estrellas (¿no les encanta cuando la agencia de viajes llama y dice que por la misma pasta te vas a hospedar en el mejor hotel?).

No hay nada más lindo que volver a viajar con mi prima y ver lo groso que es mi ahijado. No hay nada mejor que dejarme envolver por el silencio de la montaña, sólo interrumpido por el swif swif de mis esquís. No hay nada más relajante que tildarme con tramos de laderas blancas perfectas y saber que basta mirar las fotos para volver a sentir ese estado de paz. ¿Tenía que bajar unos cambios? Bueno, parece que lo hice…

Gracias viejos por el mimo, gracias Patito por la adrenalina, gracias Peponi por la magia y gracias montaña por haberme devuelto a la base con vida y nada roto. ¿Vieron? Cierren las canillas, apaguen la luz y tiren basura sólo en los lugares indicados, entre tantas otras cosas, y la naturaleza sabrá recompensarles cuando llegue el momento…

¡Qué tengan un miércoles con complejo de domingo!