El viaje de vuelta

Hay muchas formas de llegar al limbo. Por ejemplo, pueden pasarte muchas cosas grosas, tantas que te abruman. No sabés cómo incorporar el afluente de lo bueno y de lo no tanto. Y tu mente automáticamente se tilda. Preferís DORMIR, hacer cenas improvisadas sin mantel, mirar pelitontas (que te pueden hacer llorar la vida entera o descostillarte de la risa), DORMIR, esquivar quinceañeras lookeadas en el BAF, mamarte mal un jueves, DORMIR, no chequear mails, no se… DORMIR. Absorber de a poco. Y de a poco vas volviendo hasta que un atardecer te despabila completamente.

O una rosa tan perfecta que te preguntás cómo hace para conservarse así.

O quién habrá dejado las primeras huellas en una playa que parece virgen.

O hacia dónde lleva una galería señorial… ¿hacia el final del limbo?

Todas estas fotos tienen la capacidad de movilizar hasta la fibra más dormida de tu cuerpo y pertenecen a Rox Rosenstein, una fotógrafa que se pone fácilmente colorada si le decís lo mucho que te gustan sus fotos. Voy ir leve con el bombo de cuánto me gustan… sólo voy remitirme a las pruebas que me fundamentan:

Rox es diseñadora y vive hace cuatro años en Madrid con su amor, Daniel Mingione, un dibujante del que ella se siente muy orgullosa (¡y con razón!). Sus miles de fotos que llenan su Facebook de colores, paisajes y texturas, delatan su esencia: “Me gusta mucho mirar y mirar todo, y tratar de congelar lo que miro en fotos, hasta ahora nunca me había planteado qué me inspira, me considero solamente una disparadora compulsiva. Si lo pienso un poco lo que más me llama la atención son las composiciones entre elementos, principalmente entre arquitectura y luz, el juego que surge entre lo sólido y lo efímero”.

En Madrid encuentra placer en cada esquina, desde la amplia disponibilidad de museos y exposiciones, hasta la arquitectura, música, cine, comidas y charlas eternas con amigos. Su amor por los viajes encuentra en el viejo mundo vías de realización, por eso ya hay registro de su sensibilidad fotográfica en Lisboa, Alcalá de Henares, la costa del Levante, Altea (un pueblito hermoso), Barcelona, San Lorenzo del Escorial y Madrid, Madrid, Madrid hasta que no quede más Madrid por retratar (imposible, claramente).

Y Madrid fue un amor que sintió con el tiempo, como todo aquello que madura de a poco y se afinca para siempre. Así lo cuenta:

Tuve la posibilidad de aprovechar la era "1 a 1" a pleno y viajar mucho. En uno de esos viajes pude conocer Madrid, y la verdad, no me gustó nada, nada. Cuando vinimos para acá la idea no era quedarnos mucho. Hete aquí que Madrid (y los madrileños) no es una ciudad que te enamore a primera vista como por ejemplo Roma, pero de a poquito se deja conocer... según la hora del día... la estación de año...los rinconcitos... y cuando te querés acordar ya te enamoró para siempre. Y aquí estamos.

Aquí estamos, despidiéndonos del limbo y dándole la bienvenida a una nueva semana, llena de cosas muy buenas, como un atardecer en el bosque, una rosa en flor, una playa de ensueño y un camino de regreso.

¡Muchas gracias Rox por presentar tus increíbles fotos!

Roxana Rosenstein

roxanar72@gmail.com

http://www.flickr.com/photos/roxanar72/