Alma Singer I | Convalidar el viaje

Moría por alquilar un auto pero mi vieja se hubiera muerto de la preocupación si lo hacía (y indudablemente se hubiera muerto mi presupuesto… ¡cuánta muerte, qué espanto!). Es por eso que gran parte de mi experiencia por la costa amalfitana se la debo al Unico Costiera, un servicio de micros que recorren la costa desde Sorrento hasta Amalfi todos los días, ida y vuelta. Estoy segura que piensan “¡uy, qué bien debe funcionar, al primer mundo no hay con qué darle!”.

Sí… al primer mundo hay con qué darle: ¡con palos! Palos a los micros viejos y descuidados, palos a viajar como vacas, palos a los horarios ridículos en temporada media, palos a esperar a que llegue el bondi en la ruta… (Eso sí: aplauso a los conductores irritables, que largaban puteadas graciosísimas cada cinco o seis curvas). Bue, vivo en Buenos Aires, para mí era como estar en casa. Lo divertido era escuchar los chistes de los ingleses, muy chochos de la vida con la desprolijidad italiana y los asientos rotos. Amo el humor inglés.

En fin, no podía comenzar mi paseo por la costa sin el homenaje debido a esta empresa, un mal necesario. Ahora lo seguimos con fotos de Positano, Amalfi y Ravello, que bien valieron la pena tanto viaje en el 152 tano a hora pico.

Positano

Pueblo pintoresco colgado de la montaña preparado 100% para el turista consumista. Es también un gran sitio para trabajar muslos, bíceps y cuadriceps. Vamos chicas, ¡tres series de diez!

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Amalfi

Pueblo aún más turístico que el anterior, pero no se lo vamos a reprochar, Italia nos encanta. Lo que sí vamos a hacer es tomarnos un delicioso cappuccino en la tradicional confitería Andrea Pansa y sorprendernos con los dos manjares que te traen para acompañarlo. Firmo y confirmo: este es el paraíso de las harinas.

Andrea Pansa

http://www.andreapansa.it/

info@andreapansa.it

D: Piazza Municipio 12, Amalfi

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Ravello

No se si Ravello pueda llamarse pueblo. Yo diría que más bien es un gran jardín en la cima de la montaña, con las mejores panorámicas del Mediterráneo y un sinfín de flores silvestres y domesticadas en la Villa Cimbrone. También es un gran lugar para comerse un panini de prosciutto di Parma (la gordis se castigó todo el viaje).

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