Alma Singer I | It’s a chick post

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Yo me esmero mucho para que Alma Singer no sea un blog de minita (sic). Pero hoy pido gancho y lo tiño de rosa (le pido disculpas especialmente a Hache, que se acaba de poner como seguidor. No te arrepientas… yet). De hecho, me pongo un jogging y un sweater gigante, hago de cuenta que me creció el pelo y está rubio, me siento en mi sillón lleno de almohadones con un bowl gigante de pochoclos y mi mejor amiga Rosie O’Donnell y, mientras miro An affaire to remember, moqueo emocionada y bien minita... sí... hoy soy Meg Ryan en Sleepless in Seattle (por Dios no me digan que necesitan que les linkee esta… pero por las dudas les recuerdo esta parte).

Mi metamorfosis (groso, siempre quise ver como me quedaba el rubio) se la debo a Peri por el post del 23 de abril (no lo puedo linkear), a Ari por este otro (que lleva a su vez a este otro, de Cris), y a Raquel, de Mil Amapolas, que me dedicó unas líneas muy emocionantes sobre su proyecto y como su vida se ve felizmente afectada por él. Banquen que me acomodo bien en el sillón para contarles. Mientras tanto miren qué son las Mil Amapolas…

Una locura, ¿no? ¡Divinos! Hombres si siguen leyendo recuerden que hoy me tomé licencia y voy a decir cosas re de mina, ¿ok? Y me encanta la intro del site, porque define perfectamente un emprendimiento sentido, deseado y trabajado con amor hasta el último detalle:

En Mil amapolas están los amores, los presentes y los pasados. Están las miradas y las manos. La locura y la alegría de quienes somos y de quienes nos gustaría ser.

En Mil amapolas se junta lo viejo con lo nuevo, lo escondido con lo olvidado, lo reciclado con lo original.

Retazos, hilos, botones, papeles, piedras, cuero, cerámica y los recuerdos forman parte de las creaciones de Mil amapolas, donde nada se tira, todo se reutiliza.

Cada cuenta que conforma el accesorio está diseñado y realizado con materiales reciclados, por ello la originalidad de cada una de las creaciones.

Color, mucho color. Fuerza, ganas y pasión. Texturas y vida. Eso es Mil amapolas.

Pero como siempre quiero ir un poquito más allá, le pregunté a Ra cómo había nacido Mil Amapolas. Me respondió un chick mail absolutamente, que me emocionó mucho, ahí, sentada en mi box de redacción silenciosa (era lunes), cuasi moqueando y deseando tener a mano mi jogging, pochoclo, sillón y caja de Kleenex.

De chica amé las mercerías. El olor de los hilos, de las cosas amontonadas… Porque en las mercerías de barrio las cosas están amontonadas.

Recuerdo los nombres de las mercerías del centro a las que iba con mi mamá. Y recuerdo perfectamente las caras, las cajas, los colores. “Claudia Botón” era LA mercería. Hace tiempo que ya no está más. El otro día la vi a la señora que siempre nos atendía. Siempre supuse que ella era Claudia. Pero nunca se lo pregunté a mi mamá.

De chica amé ir a la modista. Ñata. Ya le dije que quiero su maniquí. Me dijo que en su testamento me lo iba a dejar. Dentro de unos días le voy a decir que también quiero sus botones, sus dedales y sus carreteles de hilos eternos.

De chica amé las telas. En mi casa siempre había telas y telas. Pedacitos. Y botones. Los de la mercería de la esquina que nunca conocí. Unos botones bellos. Y había cintas. Pieles, tiritas. Puntillas. Y había de todo un poco. Y mi mamá no tiraba nada.

Y eso es Mil Amapolas: yo de chica, amando, mi mamá de siempre y yo de grande, soñando. Es todo un gran sueño que se cumple en cada nueva cuenta que hago, que me imagino y que gracias a que existen telas, cintas y botones, esa cuenta imaginaria se hace realidad.

Mil Amapolas es toda mi fuerza, toda mi pasión, todos los colores, las historias que hacen mi historia. Suena a poema berreta, pero sólo así tiene sentido levantarme a las seis para hacer EL collar, o que mi marido me corte retazos de cuero mientras tomamos mate, o que mi amiga se meta en todos los lugares de bijou ofreciendo mis collares.

Mil Amapolas nació repentinamente, cuando me encontré con herencias de fortunas sin valor. Y, respondiéndote Vero, todo eso me inspira, me mueve, me hace feliz.

¡Muy tierna! Es un lujazo presentarla y poner mis fichas ahí, en una idea que nació para regalar a sus amigas, y que luego evolucionó en ferias en casa y ahora apunta a ir más lejos. Aprendiendo, creciendo y amando, ¿o les queda alguna duda?

Desde Seattle, cuna de Starbucks (y bue… del grunge también, así hay algo de Machito Ponce en el post), me despido no sin antes recomendarles que vuelvan a ver Sleepless in Seattle (y Singles de Cameron Crowe, ¿por qué no?). Que tengan un muy buen martes y una caja de Kleenex a mano, siempre.

Mil Amapolas | Arte en Accesorios

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