Estoy así como un poco dispersa. En vez de estar haciendo la nota que tengo que entregar mañana busqué complicidad en mi cuelgue y miré a la vaquita, tan linda ella, que me devolvió la mirada y con esos ojitos tan tiernos me dijo sí, ¿para que seguir el engaño? ¡a hacer el sorteo!
Como ella es la reina de este evento singeriano (jajaja es la primera vez que uso esa palabra, tuve que agregarla a mi diccionario del Word), eligió el tema que lo musicalizará. La cachonda (otra palabra a agregar) me rogó que linkee (otra) Dancing in the dark de The Boss, el ser humano de sus sueños (porque su gran amor es el Toro de Osborne). Así que acá va…
Y como Tutina no está en casa (pero me dejó sacarle esta grandiosa foto para que sea parte del post igual), el sorteo va en plan fotonovela, protagonizada exclusivamente por la vaquita (está en estrella mal) y todo el jean que tenía cerca para ambientar una sesión bien a lo Springsteen.
Va la lista de ansiosos participantes...
Los papeles en la lata de los sorteos…
You can't start a fire
You can't start a fire
Without a spark
Robando cámara, as usual…
¿Así le quedarán los papeles a Bruce cuando lava los jeans y se olvida de sacar los teléfonos de fans?
Venga, vamos a ver quién es el/la fan de Bruce y de la vaca de Redondo Redondo…
Otra que participa desde los comienzos, ¡¡¡¡vamos nena!!!! Que eso traiga esperanza a los que siempre participan ya que, tarde o temprano, como diría Banana, sabemos que las cosas cambian y ganan. Ah no, perdón, cierto que estamos en mood Springsteen. Acá va otra aparición suya (grosa) para el cierre de un domingo soleado y perfecto.
¿Y yo haciendo un post sólo de lunes a viernes? JA! Me re cebé este mes, pero esta foto no la puedo dejar afuera.... ¡miren que lindo quedó el almohadón de Nivel que se ganó Dani de Rafaela! Mil gracias Dani por compartir tu premio y enseñarnos a remozar esa ex silla de mimbre jajaj!
Este fin de semana hice varios hallazgos. El primero, por ejemplo, no subestimar a un cumpleaños con pizzas (igual termina re temprano… ¡JA!). El segundo, a no subestimarme: acá estoy, sentada al alba, a punto de escribir una nota (¡FIACA!). El tercero lo publicaré más adelante porque es tan groso que lo voy a hacer post (¡y semana temática!). Al cuarto no lo publicaré jamás (y bue chicos, un poquito de filtro tengo que tener jajaja). Y el quinto, publicable inmediatamente, es esta revista:
La compré en Tienda Palacio a $25. No soy coleccionista de discos de vinilo (y realmente tampoco de CD, mi cantidad es ridícula en comparación a la gente que sabe y tiene, sí, como vos pendejo, esta la ganaste), pero sí soy una incansable buscadora de historias, relatos y anécdotas del génesis del rock y pop contemporáneos. No me pregunten porqué pero de alguna forma siento que ESAS eran épocas de pasión real por la música, de hacer y sentir más que de especular, de recargarse a trompadas y de volverse a amigar, de crear. No subestimo a los artistas actuales, claro (amo a Keane, ponele), pero tengo la sensación que es distinto. Una sensación, nada más. Venga, basta de bla bla bla que no soy Lester Bangs.
Si les interesa, búsquenla y léanla escuchando el tema del video posteado por Daniela C. Es mágico. ¡Feliz domingo para todos!
[Cuando Tutina se levante arrancamos con el sorteo, hoy bien tempranito.]
Hoy me re costó abrir los ojos pero cuando finalmente pude, 15 minutos después de haber sonado la alarma, me encontré con una luz increíble entrando en mi cuarto (y me encontré con que no se reproducirla con mi cámara… damn it, es tiempo de ESTUDIAR fotografía).
Sin prisa pero sin pausa, fui al cuarto de Tutina (ausente con aviso) y abrí la persiana. De ahí al living y repetí la acción. Luz en toda la casa, y Amsterdam sonando. Joder… qué buena forma de empezar el viernes (y si les cuento que esta noche termina con el mismismo Chris Martin tocándola – I hope – en vivo, vamos… qué viernes).
Volví a mirar los grandiosos regalos que me trajeron Andy y Vicky de México (el principal: que tu hermano conozca realmente tus gustos y que no te compre algo asínomás para salir del paso).
Ah… tranquilidad absoluta, de casa y de alma. Tutina, ojala te llegue la vibra… hoy vas a rendir y te va a ir BÁRBARO. ¡PILAS TUTS!
¡Muy buen viernes para todos y que disfruten los posts de hoy!
La artista Ale Raimundo me recibió hace dos semanas en su taller, un 14° piso en Constitución con casi ningún edificio próximo de igual altura. Creo que después de ver esa vista pude entender de dónde vienen los colores de sus cuadros y carteras vintage intervenidas: una gama cromática distinta cada amanecer. ¿Y puertas adentro? Una explosión de rojos, naranjas, verdes, azules, amarillos, violetas y marrones en todas sus intensidades y usos. El negro y el blanco se reparten de acá para allá, así como quien no quiere la cosa, para poner un poco de orden. El resultado es armónico a más no poder.
Ale nació en San Lorenzo (Santa Fe), a orillas del río Paraná. En Rosario egresó como Directora Nacional de Teatro, y dirigió varias obras. Pero no todo quedó en las tablas, Ale también desarrolló una infinidad de proyectos artísticos:
Incursioné en radio, realicé escenografías, ambienté restaurantes y espacios de arte, actué y dirigí actores en cine, trabajé en fotografía, publiqué poemas y escribí piezas de teatro que fueron montadas…
Toda esta sensibilidad llegó a Buenos Aires a sus 23 años, lista para desarrollar su vocación a como de lugar (las pasiones no tienen mesura…). Y ahí desenrollo el papiro: trabajó con niños y adolescentes en riesgo en un hospital, desde hace cinco años dicta talleres de arte a jóvenes y adultos con capacidades diferentes en un Centro de Día Ocupacional, también se desempeña como docente (da clases en su taller) y, desde 1999, sostiene el proyecto Carteras Singulares, colección de carteras antiguas pintadas a mano, con diseños únicos.
Todo empezó porque intervenía objetos. Hasta que un día encontré tirado en la calle un antiguo maletín… y lo llevé a mi taller y lo pinté. Posteriormente se lo mostré a una persona que me dijo: ¿y por qué no pintas carteras? Y a partir de eso, fui a ferias americanas,lugares dónde podía encontrar carteras antiguas de hermosos diseños que necesitaban una reactualización. De allí en más participé en exposiciones, ferias de diseño, desfiles. Hasta que me puse un atelier en el barrio de La Boca durante un par de años. Luego tuve una galería en San Telmo donde también era exposición y venta. Desde el 99 hasta el 2010 hay ya casi mil piezas únicas dispersas por el mundo. Necesité titular cada diseño. Identificarlo con un nombre, una palabra… La idea expandida es una gran obra en movimiento.
Mientras yo me copaba sacando fotos de tu taller showroom, tratando de incorporar cuánto color pudiera tomar mi cámara, Ale estaba tranquila pintando en su mesa de trabajo. Les juro, no hay un centímetro de este lugar que no esté de alguna forma intervenido por ella (ya hemos visto su original máquina de escribir en el post de Pepe) y su trazo refleja la paz de quien vive de lo que quiere. La inspira la naturaleza, el amor hacia la humanidad, lo inexplicable, lo alegre, y el arte en sí, como el museo de Gauguin en Tahití que la marcó profundamente, o la contemplación diaria de una reproducción de La Gioconda.
Obra de Ale, foto tomada por ella.
Todo este torrente creativo tiene un modus operandi, claro.
El proceso de creación comienza cuando recorro los lugares en busca de carteras. Una vez ahí selecciono cuidadosamente la cartera que compro. Si está en buenas condiciones, y si sólo hay que cambiar manijas, también las trato en el taller. Una vez limpias, las miro un rato sobre la mesa donde pinto. Aparece un color, una forma, algo sugerido en el diseño de la misma. Considero los herrajes… etc. No hago por lo general boceto. Me lanzo a pintar. Acompaño muchas veces esta tarea con música. Guardo respeto pero juego. Y amablemente se van definiendo. Son piezas únicas porque no me gusta repetir, me aburre hasta diría. A veces aparecen series u homenajes. Una vez que están intervenidas desde el color, les doy una laca que las impermeabiliza, lustro sus herrajes, le doy volumen con papel de embalar, le saco una foto, le cuelgo su etiqueta, la firmo con el año de realización y ya la lanzo al stock.
Cuando ya casi no me quedaba rincón para retratar, me quedé pensando en lo bueno que es conocer gente que sigue apostando para lograr y vivir de sus sueños. Y no pasa por la venta de una cartera o de un cuadro. La cosa pasa por otro lado…
Amo el arte, amo los colores, me nutro de sus variables combinaciones. Doy. Y cada vez que recibo, que mi obra se va, también me da energías para seguir produciendo. Me gratifica y reconforta.
Amén.
¡Muchas gracias Ale por recibirme en tu taller y dejarme retratar tu colorido mundo!
Mi amiga Lau Unicornio me pasó este flyer sobre la muestra de una amiga. Atenti los que tengan ganas de pasear por las artes este fin de semana…
¡Arte, colores o no, qué sea muy soleado y que la pasen bárbaro!
Sí… no me escapo. Nos vemos el domingo. Ustedes, la prima de la Vaquita, la corneta, Betty, Kokeshi, la Vaquita original, el Buda, la coneja, la mar en coche, Tutina, sus videos y yo.
El post de hoy iba a ser otro pero me entretuve en la cena y tuve una sobremesa bien larga. De hecho, duró hasta ahora. Como comimos chow fan, me quedé con un gustito asiático bien rico, por lo cual mando al banco al tema de hoy y saco a la cancha un paseo por el Jardín Japonés que hice hace dos semanas con Ari y Andre, cámara en mano y con promesa de un café posterior (que terminó siendo limonada rica para toda la mesa).
Lo de hace seis horas (¡¿SEIS HORAS?!) fue cocina fusión, porque el arroz se hizo cargo del paladar pero una suave música en francés tomó los oídos (como solo una suave música en francés puede hacerlo, muchas gracias por la recomendación). Es por eso que voy a dejarles La même histoire (el tema de la película Paris je t’aime) para que vean estas fotos. No fue lo que escuchamos anoche ni tiene mucho que ver con el Jardín Japonés pero, ¿qué más da? Si estás bien, pasala bien.