La tormenta perfecta, con sus millones de litros de agua, purifica. El agua en cantidades copiosas es buena, no importa que ese día te cases (¿qué otra cosa importa el día que te casas?). Una recepción con infinidad de entremeses sibaritas, canilla libre de champagne servido por serviciales aparentes estudiantes de hotelería, felices reencuentros con viejos amigos, una novia radiante, un novio tierno, una entrada a puro trapo en clave de Madonna, tres videos distorsionados por las lágrimas, el compilado fiestero perfecto, más comida y más champagne (¡gracias Miguel!), más baile, más risas y el amor como suspendido en el aire, casi tangible y siempre, pero siempre, tan reconfortante.
Me desprendí del vestido y del mejor cotillón que vi en mi vida, me bañe y me dormí a las 7 con una sonrisa gigante en el alma.
Graciassssssssss! amiga, sos lo más. Y gracias gracias gracias por hacerme parte de tus cosas, de tu vida, de tus experiencias, y por haberme presentado a Alma (las dos, la de papel y la virtual :)
ResponderEliminarte quiero, muá muá muá
Clor.