En todas las profesiones y oficios hay un momento culmine, una instancia de gloria que justifica años de trabajo arduo y látigos. Para algunos se llama Pulitzer, otros se refieren a él como bono del 400% y 5% de las acciones de la compañía, y hay quienes lo cantan… y dice así: “On the cover of the Rolling Stone, wanna see my picture on the cover, wanna buy five copies for my mother, wanna see my smilin' FACE on the cover of the Rolling Stone”.
Bueno. Mi paraíso terrenal profesional se materializó el pasado miércoles con forma de evento. Sólo tres palabras mágicas lo hicieron realidad: Cata de Chocolate. Y mejor aún si les develo como termina el conjuro: en Vasalissa Chocolatier. Sólo tenía que llegar a las 19hs.
El día pasó más rápido de lo esperado porque logré despachar mails y notas como si estuviera arrojando combos en Mc Donalds. A las 18.30hs el especial de coffee tables ya estaba listo y me fui silbando bajito.
En el (para mí) eterno trayecto en subte ya me imaginaba mi derrape total. Mis ojos desorbitados buscando trocitos y trozotes de chocolate, mis manos aprisionando cuanto bomboncito estuviera en frente y toda mi cara manchada de chocolate cual Üter Zörker, el estudiante de intercambio. Pero esas imágenes se quedaron atascadas en el molinete de la línea D cuando salí.
Llegué puntual al encuentro y mantuve la conducta/cordura. No éramos más de seis periodistas (redactores, en mi caso), y la familia Vasalissa estaba completa. Tuvimos una hora de charla amena mientras algunos degustaban frutos secos con champagne y yo recorría con la mirada cada milímetro de la tienda. Las repisas blancas con chocolates en diversas y sofisticadas formas, los espejos ingeniosamente incorporados para ampliar el ambiente, las dos sillitas antiguas tapizadas con el mismo Toile de Jouy que la papelería de la marca, y el mostrador en madera blanca con recipientes poblados de aún más chocolates, ahora en presentaciones prêt-à-porter. El lugar es simplemente delicioso.
En la cata, liderada por Dadi y secundada por su hija Federica, se propiciaron anécdotas familiares (las dueñas son herederas de Abrascha Benski, creador del mítico bomboncito Cabsha), ejercicios aromáticos para descifrar qué es cada esencia presentada, e historias curiosas sobre el cacao, su lugar y forma de explotación, las leyendas que forjan su pasado y las cualidades que debe tener un chocolate para ser un buen chocolate.
Degustamos chocolate amargo de Perú, Papua (Nueva Guinea), Venezuela y dos cremosos con leche que ya ni recuerdo el nombre porque en mi paladar había una fiesta de cual no me pensaba ir. El bomboncito final remató la cata oficial, la cual se prolongó por unos diez minutos más mientras Dadi y Federica nos servían bombones del mostrador. Yo sólo probé dos, uno de rosas y otro de limón. Les juro que de esa bolita amarilla no retorno.
Dos horas en Vasalissa Chocolatier y una cajita con seis bombones para llevar a casa es un viaje de ida. Voy a ver si acá encuentro a Víctor Sueiro para que apague la luz…
¡Muchas gracias Dadi, Federica, Nati y Ana por invitarme a la cata!
Vasalissa Chocolatier
Dir. Martínez: Alvear 402.
Dir. Belgrano: Vuelta de Obligado 1812.
Dir. Recoleta: Callao 1940.
(me copé sacando fotos en casa)
Comentarios de este
post: tengo que cerrarlos porque hay un spam dando
vueltas que deja comentarios a lo loco de cosas incoherentes, molestando al
post y a la gente que ya comentó. Si querés dejar un comentario, podés
escribirlo a almasingersings@yahoo.com :) ¡Gracias y buen día!
ahh!!!!! quiero chocolate!! se me hizo agua la boca leyendo tu post!
ResponderEliminarimpecable,exquisito!!! te felicito!!!
y a agustina donde la dejaste?
ResponderEliminartutina se fue a lo de sus viejos! jaja! no es tan chiquita como para entrar en mi bolsillo jajaaj!
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